La vida es cambio, y todo, en la vida está también sujeto a cambios. En ese sentido, toda concepción de vida que niegue el cambio está condenada al fracaso.
Muchas veces establecemos un concepto de seguridad basado en crear circunstancias externas estables, tanto en lo afectivo como en lo laboral, por ejemplo.
En un mundo en el que la seguridad laboral es, para la mayoría, cosa del pasado, y las relaciones personales son también bastante más inestables que antes, no tiene demasiado sentido seguir apostando por eso.
Es primordial apostar por la seguridad y el equilibrio internos, para que, desde ahí, podamos adaptarnos a las circunstancias cambiantes por las que nos toque pasar en nuestra vida.
Y eso supone, inevitablemente, centrarnos en una educación que tenga como base el fomento de la sana autoestima y de la asunción de responsabilidad de las personas. Porque la felicidad no es nunca algo que venga de fuera sino de dentro.
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