El sufrimiento no lo provoca lo que nos pasa sino nuestra resistencia a eso que nos pasa. A mayor resistencia, mayor sufrimiento.
Todo lo que ocurre en nuestras vidas debería ser vivido con normalidad y, sin embargo, eso no es así sino que solemos darle, a muchos episodios, un tono dramático.
Nos quedamos enganchados en la idea de que las cosas podrían o deberían haber sido de otra manera, o en la que deberíamos habernos comportado o haber respondido de otra forma, en lugar de asumir y aceptar lo que pasó.
Y eso provoca un colapso en nuestra mente que, una y otra vez, tiende a rumiar lo sucedido sin poderlo llegar a digerir, en un agotador círculo vicioso.
Lo que es, es, y lo que fue, fue, y fue lo mejor que pudo pasar porque, sencillamente, es lo único que pasó. Y, a partir de ese hecho evidente, y dejando ya de luchar contra él, es cuando podemos aprender lo que esa lección de vida traía para nosotros.
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