Aportamos a los demás según nos encontramos nosotros. Podemos aportar calma, armonía, amabilidad... o tensión, enfado, exigencias...
Cuando nos encontramos mal, siempre encontraremos multitud de razones externas que justifiquen nuestro estrés. Y detrás de la mayoría de ese estrés suele haber una profunda autoexigencia extrema, un estar sobrepasados.
Y no se trata, obviamente, de exigirnos ser también amables y cordiales, sino que de lo que se trata es de exigirnos menos y frenar un poco para que eso salga de forma natural.
Vivimos en un mundo lleno de exigencias y demandas que frecuentemente nos hacen perder los papeles, en el que se suele palpar la tensión.
Olvidamos lo esencial que es mantener nuestro propio equilibrio, la importancia de encontrarnos sencillamente bien con nosotros mismos, y de aportar, desde ahí, un poco de calma y amabilidad a un mundo demasiado tenso.
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