El modelo moral simplificado en el que nos educamos era un modelo en blanco y negro, inmerso en una visión radicalmente dual de bueno-malo.
Toda la cultura del entretenimiento se basaba en eso, los buenos en una lucha constante sobre los malos. Al final el bueno siempre ganaba y el malo siempre moría.
En ese planteamiento, todos, al ver esas películas, nos identificábamos con los buenos, porque necesitábamos sentir que éramos los buenos de la película de nuestra vida.
Y cuando teníamos conflictos tendíamos a justificar nuestra postura y condenábamos y demonizábamos al otro, al que convertíamos en el malo, y al que negábamos nuestro amor. Nos permiríamos odiarlo porque eso era odiar al mal y eso sí estaba permitido.
Poco a poco vamos creciendo y vamos viendo la vida con más color y matices, vamos teniendo una visión más madura y objetiva que nos hace conscientes de nuestras distintas perspectivas y también de que el amor las abarca todas,.
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