Para mí, la aceptación y la resignación son dos cosas bien distintas. Porque es muy distinto aceptar que tenemos un problema, que resignarnos a ello.
La aceptación no niega la acción sino que más bien es una actitud activa y despierta ante lo que es, una actitud que nos lleva a tomar decisiones ajustadas a la realidad.
La resignación es más bien pasiva y nos lleva a rendirnos y a bajar los brazos. Como si no mereciera la pena hacer nada ante lo que vemos.
Para solucionar cualquier problema de nuestra vida siempre hemos de empezar aceptando el hecho de que tenemos ese problema. Pero en la resignación uno, aún aceptando el problema, nunca busca solución alguna.
Nos hemos movido más en una cultura de la resignación pasiva que de la aceptación activa, pero, a medida que vamos recuperando nuestro poder y que vamos asumiendo la responsabilidad de nuestra vida, vamos, también, tendiendo hacia una actitud de aceptación más activa y positiva.
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