Muchas veces se nos ha presentado el amor como un ideal maravilloso y compensatorio, un ideal que solucionará todos los problemas y que superará el odio que inunda nuestra realidad.
Para mí el principal fallo de ese planteamiento es que da la sensación de que el amor es una fantasía deseable y un tanto utópica, mientras que el odio es lo real.
Yo siento que es precisamente al revés, que el amores lo real en nosotros pero que no puede aparecer mientras decidamos sostener y apostar por la fantasía de odio.
Una fantasía en la que el otro es culpable, indigno de ser amado, en la que sólo nos centramos en los aspectos negativos del otro y en la que nos vivimos como simples víctimas que justifican su posición.
La realidad es menos simplista, maniquea y falsa. Y en la realidad, cuando no alimentamos la fantasía de odio hacia el otro, surge en nosotros la emanación natural del amor y es, también, mucho más fácil llegar a comprenderle.
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