Suelo insistir mucho en la importancia de asumir la responsabilidad principal en nuestra vida. Podemos ser más o menos tímidos, o más o menos lanzados, pero la responsabilidad sobre nuestra vida no deja de ser nuestra.
Muchas veces intentamos de forma más o menos inconsciente y de forma más o menos descarada, que otros tiren de nosotros o que otros nos salven o resuelvan lo que nos corresponde resolver a nosotros.
En esas relaciones nos mueve un interés egoísta de que el otro me sirva a mí y a mis intereses y, además, tenderemos a intentar crear con el otro una relación dominada por el apego.
Una de las claves del nuevo tiempo es que cada uno sepa centrarse en su propia energía y que conecte con su propia fuerza interior.
Eso implica que ni busquemos ser salvados ni que tampoco nosotros pretendamos salvar a nadie. Podemos ayudar y se nos pueden ayudar, pero sólo uno puede salvarse, y eso requiere siempre la libertad de Ser.
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