Hay veces que algunas personas, cuando no se encuentran bien, procuran extender su sensación de malestar, como contagiándola a los demás.
Eso puede manifestarse en forma de provocaciones dirigidas a nuestro ego, pues a éste le encantan ese tipo de situaciones, se siente vivo en ellas.
Notamos entonces el enfado rugiendo en nuestro interior y dispuesto a salir a la batalla. Dispuesto a argumentar, a dejar al otro en evidencia... Y vemos en ello la oportunidad de sacar nosotros también nuestro propio malestar.
Pero lo importante es ser capaces de no reaccionar, si acaso sí responder desde la calma y mirándolo todo desde la suficiente perspectiva.
Siendo consciente que detrás de todo hay siempre una petición desesperada de amor y que es precisamente eso lo que causa el malestar de origen.
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