Uno ha de ver las razones que hay detrás de aquello que hacemos, nuestra motivación oculta. Nuestra mente tiende a justificar racionalmente nuestros actos pero, normalmente, esas no son las auténticas motivaciones.
Así, por ejemplo, muchas veces, cuando condenamos, juzgamos o denunciamos algo, tendemos a vestir esa actitud como un saludable deseo de justicia.
Y en muchas ocasiones lo que hay, simplemente, es una proyección de nuestro malestar interior. Busco razones fuera que me justifiquen como me encuentro por dentro, busco culpables.
Con esa actitud no vamos al final a las verdaderas causas de nuestro malestar y no solucionamos el problema interno que nos está desequilibrando.
Una vez más, la clave está en asumir la responsabilidad de cómo nos encontramos y en el nivel de honestidad que tengamos con nosotros mismos.
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