Nos encanta tomar partido en las polémicas. Muchas veces es una manera de exteriorizar nuestra negatividad y de poder proyectarla contra alguien.
Tengo que confesar que yo ahora rehuyo las polémicas porque creo que no aclaran nada, ni siquiera la posición de cada uno. En muchos casos sólo acaban reforzando enemistades.
Puedo perfectamente debatir pero siempre y cuando sienta que las dos partes tenemos interés en investigar la realidad y que estamos dispuestos a cambiar nuestra perspectiva si es conveniente.
Venimos de una forma de hacer las cosas en la que era clave vencer al contrario, bien fuera mediante la fuerza o bien mediante habilidades dialécticas.
Pero poco a poco vamos descubriendo que lo interesante es ser capaces de ser simplemente uno mismo desde el respeto al ser del otro. Y desde ahí permitirnos explorar las posibilidades de crecer en común sin llegar a forzar nada.
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