La solidaridad ha de ir unida a la responsabilidad. En la visión dualista muchas veces se han anulado mutuamente.
Y así veíamos a personas que eran tratadas como niños pequeños, incapaces de asumir su responsabilidad, y generando profundas dependencias.
O a otras cuya preocupación solidaria por los demás era una forma de evadirse de los propios problemas que no querían resolver.
La mejor solidaridad es la de ser un punto de armonía a través de la sanación de nuestros desórdenes propios. Estar bien y expandir ese estado de bienestar a los demás, abiertos a ellos, es nuestro mejor regalo.
Y sabiendo que, cuando ayudamos a otro, esa persona sigue siendo el principal responsable para resolver los asuntos de su vida, que es su camino, y que, además, esa ayuda que damos, es otra forma de ayudarnos a nosotros mismos en nuestro propio proceso.
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