Cuando sale del corazón, la amabilidad es realmente hermosa y cálida, una cualidad acogedora del otro.
Nada tiene que ver con una cortesía puramente formal, más fría y calculada, nacida de una educación en las buenas formas, que suele ser un tanto hipócrita, ya que se basa en ocultar lo que realmente se siente.
La amabilidad nace de la comprensión de que el otro hace lo que puede y que no hay razones reales para negarle nuestro amor.
Y nace también de la confianza sana en nosotros mismos, de saber que uno puede abrir su corazón sin miedo a resultar dañado, porque contamos siempre con nosotros mismos.
Para ser amables y amigables es importante no buscar obtener de los demás y permitirles ser aquello que sientan que quieren ser, sin pretender nunca que sean aquello que nosotros creamos necesitar.
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