Vivimos en una civilización construida sobre la represión y negación de las emociones. Esto tiene que ver con la represión de todo lo que tenía que ver con el cuerpo en favor de la mente.
Ahora bien ¿En qué medida hemos de hacer caso a nuestras emociones? ¿hemos de obedecer sin más a nuestras emociones?
Considero esencial prestar mucha atención a nuestras emociones y a cómo nos encontramos. Nuestras emociones son la manifestación de nuestras creencias y una forma muy buena de acceder a ellas.
Y a partir de ahí podemos ver si esas creencias son o no son adecuadas, y, en función de eso, decidir cuál ha de ser la actitud más correcta a tomar. Una actitud que puede ir en la línea de hacer lo que mi emoción me pide, o de ir en una línea diferente.
Una vez más hay que recordar que las emociones no nos hablan tanto de la realidad exterior como de nuestra realidad interior y de nuestra forma de ver las cosas.
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