Algunas personas confunden la amabilidad con la falta de firmeza. Piensan que la agresividad es una forma de fuerza cuando es todo lo contrario.
La agresividad es un síntoma de miedo y de impotencia, de que uno es incapaz de gestionar de otra forma sus problemas y emociones.
Uno puede ser rotundamente firme desde el más profundo amor, sin necesidad del más mínimo odio hacia el otro, desde la simple convicción y la fuerza de la propia postura.
Se confunden términos y se piensa que, cuando no hay una actitud beligerante, uno tiene miedo y carece de fuerza, y no es así, podemos ser rotundos en nuestras posiciones sin entrar en batalla, simplemente negándonos a seguir el juego que intenten imponernos.
En el odio soy débil, porque me siento amenazado por el otro y necesito destruirlo. En el amor soy fuerte, porque conecto con mi propia fuente de poder.
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