Muchas veces creemos que algo es amor cuando no es sino ganas de obtener algo de otro. El amor ni busca ni exige nada.
Cuando arrastramos miedos y carencias de la infancia intentamos obtener eso que sentimos que nos falta de las personas cercanas y "diciéndoles", además, que les queremos mucho.
Esto es especialmente duro en el caso de los padres que intentan obtener cariño o cuidados de sus hijos, que sienten que sus hijos están para servir a sus necesidades y que eso es, realmente, querer a los padres.
Y es duro porque lo hacen desde la más tierna infancia de esos hijos, provocando en ellos la sensación de carencia que luego intentarán, a su vez, llenar con sus propios hijos en una dolorosa cadena sin fin.
Es importante saber responsabilizarnos de nuestras heridas y sanar nuestro pasado para liberar así a nuestros hijos y que estos sean receptores naturales de nuestro amor más incondicional y desinteresado.
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