Está muy bien leer o escuchar a otros a quienes valoramos, pero no hasta el punto que solapen nuestra propia voz.
Uno ha de tener su propio criterio formado, nacido de su observación sobre la realidad que vive y de la observación de su realidad interna.
De no ser así, corremos el riesgo de ser una veleta movida por el viento de lo último que nos llega, unas veces en una dirección y otras veces en la dirección contraria.
En realidad, cuando más interesantes son las aportaciones que nos llegan es en las ocasiones en que se nos permiten definir mejor y ajustar nuestro criterio propio. Nos dan pinceladas que nos aclaran el conjunto.
Pero siempre sabiendo que el maestro más importante está en nuestro interior y es esencial también que dejemos el silencio necesario como para poder escucharle.
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