Vivimos en una sociedad a la que aún le cuesta aceptar la dimensión espiritual, en cierta parte debido a los excesos cometidos por la religión.
Y, muchas veces, aquellos que sentimos que esa dimensión espiritual es esencial para el ser humano y para entender su profundidad, tendemos a callarnos como avergonzados y con miedo a ser rechazados.
No se trata de imponer nada a nadie, quien quiera puede negar la dimensión espiritual y pensar que son tonterías, pero los que sí la sentimos no tenemos porqué escondernos o callar.
Se trata, sencillamente, de expresar lo que sentimos y pensamos con naturalidad, no como quien está en posesión de la verdad absoluta, sino como quien expresa lo que íntimamente siente.
No sólo somos dimensión espiritual y podemos hablar de muchas otras cosas, pero no hay razón alguna para no hablar, desde el respeto, de esto que consideramos tan esencial en nuestra forma de entender la vida.
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