Podemos indignarnos mucho con algo que sucede a nuestro alrededor, pero nuestra indignación no deja de hablar de lo que a mí me duele en mi interior.
Y en muchas ocasiones utilizamos esa indignación para canalizar la rabia interna que aún no hemos sanado, para proyectar lo que no aún no hemos resuelto.
Nos cuesta darnos cuenta que con ese desequilibrio interior es muy difícil que podamos ayudar realmente a cambiar algo y que lo único que conseguimos es complicarlo todo un poco más.
En esos casos lo único que aportamos es más ira, rabia, dolor y confusión, aunque sea disfrazada, más o menos hipócritamente, de una noble causa.
Es importante entender que lo mejor que podemos aportar al mundo en el que vivimos es de lo que mas necesitado está, y que no es otra cosa que nuestra paz, fruto de nuestra reconciliación interna, y el amor que eso permite que desprendamos allí donde nos encontremos.
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