Cuando uno se permite fluir con la vida, ésta encaja con una hermosa precisión.
Porque soy de los que opinan que la inteligencia nos sirve, sobre todo, para comprender lo que va sucediendo más que para controlarlo. Es el control el que nos mantiene en el estrés.
Uno ha de ver la realidad tal como es, fluir con ella, más que intentar a toda costa que sea lo que él quiere. Lo que nos hace sufrir no es tanto la realidad como nuestra actitud de resistencia ante ella y la forma en la que la interpretamos.
Porque ese intento de control nace de una falta de confianza en nosotros mismos, en la vida y también de la sensacion de que la vida me va a hacer daño si no la controlo. Es más bien al revés, es el exceso de control y la desconfianza o miedo el que nos daña.
Se trata de fluir y experimentar la vida como un viaje lleno de sorpresas, abiertos al aprendizaje que todo lo que vivimos nos trae y permitiéndonos evolucionar con ello.
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