Nada de lo que nos pasó, o de lo que nos hicieron, es tan grave si somos capaces de disociar la emoción del acontecimiento.
Es el resentimiento, el volver a sentir una y otra vez al recordar, lo que nos atrapa en el pasado y nos impide fluir hacia delante de una forma amorosa.
Porque cada ser humano hace lo que puede y lo que sabe en su camino y somos, la mayoría de las veces, víctimas de corrientes inconscientes que nos van llevando sin darnos cuenta.
La única manera de evolucionar es ser más consciente de nuestros programas inconscientes e irlos modificando. Es así como vamos liberándonos.
Y no hemos de alimentar nuestros resentimientos con historias en las que nos vemos como víctimas y a otros como agresores. Hemos de limitarnos a permitir que salga de nosotros el dolor que podamos llevar pero sin buscar culpables, como una forma sencilla de ir sanando lo vivido.
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