Los juicios personales se hacen siempre desde el desconocimiento. Ya nos cuesta mucho conocernos a nosotros mismos como para estar capacitados para conocer a otros.
Es más, cuando nos conocemos mejor a nosotros mismos, nos hacemos conscientes de que no somos tan diferentes de los demás y que esas supuestas diferencias que vemos cuando juzgamos, y que curiosamente suelen ser a nuestro favor, no son sino fruto de nuestra subjetividad.
Así, los ataques de otras personas hacia nosotros, o a otras personas por nuestra parte, no vienen nunca de una visión objetiva de la realidad, sino de una interpretacion interesada de la misma, normalmente nacida del dolor.
Hemos de ver esos ataques, simplemente, como la proyección hacia el exterior de un malestar interno no asumido, una forma de echar hacia otros el dolor que se lleva dentro.
Por eso es recomendable que no nos tomemos los ataques como algo personal. Podemos ser conscientes de su existencia, pero no para dejarnos llevar por ellos como fuente de dolor y de nuevos juicios y ataques.
Cuando se da esa reacción negativa es, simplemente, la manifestación de que en nosotros también existen importantes áreas de malestar interno no resuelto que están pendientes de sanación.
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