Antes, nuestra mayor o menor felicidad se basaba muchas veces en las expectativas que tuviéramos para el futuro, si eran buenas nos llenaban de ilusión.
Es como cuando preparando un viaje disfrutas más pensando en lo que vas a vivir que cuando realizas el viaje en sí.
De repente eso ya no nos es posible y nos es muy difícil proyectarnos hacia delante. Nos cuesta ver nuestro futuro porque todo parece como suspendido en el aire.
Esto puede verse como algo negativo, pero no lo es, es la prueba de que estamos soltando nuestro lastre del pasado y de que eso hace que el futuro aparezca como algo completamente abierto y desconocido.
Y eso nos obliga a vivir centrados en nuestro presente y a extraer de él todo lo que nos pueda llenar o satisfacer. En este momento sólo el presente es importante, y nuestro futuro dependerá del nivel de coherencia y evolución que consigamos tener en él.
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