La visión que tenemos de las cosas y del mundo nos habla más de nosotros que de aquello que estamos viendo.
Y lo mismo sucede con nuestras emociones, pues éstas surgen de la forma en la que miramos esa realidad, también en ese caso hablan más de mí que de lo otro.
Porque es mi biografía, mi pasado, mis experiencias o educación la que conforman mi mirada y me hacen ver el mundo de una determinada forma, desde un prisma particular.
Y por eso es tan importante aprender a deducir la forma en la que miro a partir del cómo lo veo y lo vivo, mirarme hacia dentro en mi relación con lo otro y con las demás personas.
Es, cuando hacemos eso, cuando podemos aproximarnos a una cierta objetividad en la que podemos llegar a comunicarnos de una forma sincera con los otros, y cuando podemos investigar juntos esa realidad que compartimos.
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