Muchas veces mantenemos relaciones desde un conflicto permanente de baja intensidad.
No nos atrevemos a mostrar las discrepancias, o lo que nos molesta del otro por miedo a que todo salte por los aires y entremos en un punto de no retorno.
Y entonces procedemos desde una violencia indirecta hacia el otro, librando con él soterradas batallas que aprovechan los errores del contrario para magnificarlos y hacerle daño.
En el fondo se mantiene estancado un permanente enfado que da miedo llegar a resolver. Y es un punto muerto.
Es importante en esos casos casos ver con claridad qué nos molesta del otro. Por un lado para mirarnos a nosotros mismos y ver por qué nos molesta y qué tenemos que trabajarnos nosotros. Y por otro, para poder comunicarlo de la mejor manera posible pero siempre de una forma sincera.
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