Todo cambio ha de empezar por un sana aceptación de lo que somos, por el hecho de conocernos y de aceptarnos.
No sirve de mucho pretender ser otra cosa que no somos y entrar en conflicto con nosotros mismos. Ni tampoco nos ayuda la vergüenza tóxica que nos hace sentirnos indignos o insuficientes.
Cuando nos avergonzamos de nosotros mismos, bloqueamos nuestra capacidad de sacar lo mejor que hay en nosotros y de desplegar nuestro potencial.
A muchos se nos educó en esa vergüenza, con la creencia de que, si no nos gustábamos a nosotros mismos, seríamos como ellos esperaban que fuéramos.
Ahora es el momento de irnos liberando de esa vergüenza tóxica y de empezar a tratarnos con sencillo respeto. Sabiendo que es, desde la fuerza que nos da el aceptarnos, desde donde podremos ir más allá en nuestra evolución y crecimiento.
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