No se trata de ser permanentemente maravillosos, de tener constantemente una sonrisa en la boca, sin más. De lo que se trata es de ser nosotros mismos y de estar relajados y tranquilos en nuestra vida y con lo que somos.
Y cuando eso se da, normalmente tendemos a tener una actitud más amable y cordial ante los demás, y la sonrisa surge del corazón de una forma natural.
Cuando lo que nos sale es enfado permanente, o agresividad o amargura, lo que hemos de hacer es ver de dónde nos viene, por qué nos sentimos infelices.
Y no tanto hemos de hacerlo por los demás como por nosotros mismos, porque es negativo para nosotros estar así, y siempre que queramos cambiar ese estado, obviamente.
Cuando somos honestos, lo que manifestamos a los demás es una excelente manera de conocer el cómo nos encontramos también en la relación con nosotros mismos
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