La vida nos da señales sobre por dónde hemos de ir, sobre qué es lo que nos toca hacer, pero ¿somos capaces de verlas?
Muchas veces estamos tan centrados en lo que queremos que sea que lo demás nos pasa desapercibido. Tan obsesionados con un falso fin que nos perdemos el camino.
Hace falta detenerse y ver lo que está sucediendo en nuestra vida y lo que eso me indica. Ver si me aferro a algo que me pide cambio, o si huyo de una situación que requiere mi presencia.
Y cuando la vida no nos da lo que queremos pensamos que es injusta en lugar de darnos cuenta de que somos nosotros los que estamos moviéndonos en la dirección equivocada.
Cuando somos receptivos a lo que la vida nos trae es cuando podemos fluir con ella y disfrutar del viaje. Cuando no, lo que hacemos es nadar, agotadoramente, en contra de la corriente.
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