Los hijos no deberían ser un intento de salvar una relación, ni tampoco debería ser una búsqueda para compensar nuestras carencias.
Los hijos deberían ser un fruto natural del amor, nunca una consecuencia de la falta de amor que arrastramos.
Por eso es tan importante aprender por nosotros mismos a sanar nuestro pasado, porque ése es el mejor regalo que podemos darles a nuestros hijos, que son el futuro.
Porque cuando nuestros hijos son fruto del amor no les cargamos con nuestras expectativas, sino que les permitimos ser aquello que realmente son.
Y comprendemos, entonces, que ellos tienen su propio camino y que ése es el camino que tienen que descubrir y seguir, porque es, entonces, cuando pueden ser unos hijos amorosamente sanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario