domingo, 3 de febrero de 2019

LA MADUREZ Y LA INOCENCIA.



A medida que vamos creciendo, si la cosa va bien, vamos también madurando y teniendo una visión más profunda y certera de lo que la vida es y de lo que supone.


Y una de las claves es hacer ese proceso sin dejar atrás nuestra inocencia, nuestra pureza y nuestra nobleza, rasgos que aún son visibles en la mayoría de los adolescentes.

Porque madurar es ir dejando atrás las ilusiones infantiles y las fantasías sobre lo que la vida nos parecía. Y eso, en la mayoría de las personas, se convierte en una actitud de desengaño vital en la que solemos perder nuestra pureza y alegría originales.

La clave está en desengañarnos de las fantasías sin perder nuestra inocencia, manteniendo una actitud de profunda fe en la vida, aunque ésta no sea lo que creíamos que era.

Quedarse atrapado en el desencanto es perder la cualidad infantil y maravillosa de la curiosidad y del puro asombro ante lo que la vida realmente es más allá de las ilusiones.

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