Una de las claves de las relaciones es la de no desdibujarnos en ellas hasta hacernos irreconocibles, la de saber mantener nuestra identidad propia.
Y eso implica una consciencia clara de los límites entre yo y el otro, y,, sobre todo, una consciencia clara de nuestros propios límites, lo cual, a su vez, es algo que está también relacionado con nuestro sentido de responsabilidad.
Hemos de conocer cuáles son mis emociones o mis pensamientos para poder responsabilizarme de ellos y no limitarnos a una vivencia ciega y rutinaria en la relación.
Porque cuando los límites están más desdibujados es cuando más fácil nos es proyectar en el otro todo aquello que no hemos resuelto.
Cuando nos relacionamos, no dejamos nunca de ser nosotros mismos sino que nos relacionamos, precisamente, a partir de eso que nosotros somos.
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