Tendemos a identificarnos siempre con la materia que perciben nuestros sentidos físicos. Y, en muchos casos, hacemos de eso lo más importante de la vida.
Como si nuestros pensamientos, creencias, nuestras alegrías, nuestras tristezas y todas las demás emociones, fueran materia. O como si, al no serlo, carecieran de alguna importancia.
El ser humano es mucho más que materia y, en todo caso, en el cuerpo humano físico dónde vemos reflejado lo demás, pero sólo reflejadas.
¿Es la materia física de nuestro cuerpo la que genera nuestros pensamientos? ¿Es acaso la que genera, por sí misma, las emociones? ¿Es materia nuestra consciencia?
Construir toda una visión de la vida sobre el eje material del cuerpo físico es simplificar neciamente la complejidad humana y es no entender, tampoco, nada de su verdadera naturaleza.
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