Nos pasamos media vida intentando parchear nuestra autoestima y aprendiendo a valorarnos, pero no nos damos cuenta de que eso es seguir en un viejo juego, el de cuestionarnos permanentemente sobre nuestra propia valía.
Eso requiere de nosotros, por un lado, una autoevaluación constante, y por otro, estamos pendientes de si los demás nos valoran o no. Es un juego que además ha sido potenciado por una cultura altamente competitiva.
¿Podremos salir de él? ¿seremos capaces de dejar de preguntarnos si somos válidos o no? Es la simple duda la que nos atrapa en una inquietud permanente, la que nos descentra.
El hecho de estar aquí, de Ser, es la constatación más simple de nuestro valor real para Ser y para estar y es una cuestión que no nos debería ocupar ni un instante de nuestro pensamiento.
Hemos de aprender a vivir relajados en nuestro valor intrínseco, más allá de cualquier tipo de valoración, propia o ajena. Ser lo que ya Somos.