jueves, 11 de mayo de 2017

LA INFANCIA: LOS CIMIENTOS DE NUESTRA VIDA.



Una casa ha de comenzarse por los cimientos para que resulte firme.

Así, nosotros hemos de tener una personalidad lo más sana posible para poder desplegar nuestro potencial y vivir de una forma más equilibrada nuestra espiritualidad.

Y eso empieza por sanar aquello que arrastramos de nuestra infancia, lo que solemos denominar como nuestro niño interior herido.

Cuando eso no lo hacemos, tendemos a buscar en aquello que hagamos, o en nuestra forma de vivir la espiritualidad, una compensación a las carencias no resueltas, algo que nos ayude a compensar nuestros desequilibrios.

Se trata siempre de resolver y sanar y no de compensar, puesto que las compensaciones no hacen sino perpetuar el problema.


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