A veces nos sentimos dañados y establecemos unos límites con los demás demasiado grandes. Nos hacemos como una especie de armadura para que no nos dañen más.
No nos damos cuenta de que al hacerlo nos aíslamos y bloqueamos nuestra capacidad de dar amor.
No nos damos cuenta de que el daño se produjo porque necesitábamos el amor de fuera, pero que ahora que somos adultos lo que nos sana es dar amor.
Y mientras más defensas creemos, más reforzamos nuestra creencia de que somos débiles e indefensos y que lo de fuera puede con nosotros.
Hemos de abrirnos como seres adultos, a partir, fundamentalmente, del desarrollo de nuestra propia confianza interior y de ver a los demás como semejantes a nosotros.
No nos damos cuenta de que al hacerlo nos aíslamos y bloqueamos nuestra capacidad de dar amor.
No nos damos cuenta de que el daño se produjo porque necesitábamos el amor de fuera, pero que ahora que somos adultos lo que nos sana es dar amor.
Y mientras más defensas creemos, más reforzamos nuestra creencia de que somos débiles e indefensos y que lo de fuera puede con nosotros.
Hemos de abrirnos como seres adultos, a partir, fundamentalmente, del desarrollo de nuestra propia confianza interior y de ver a los demás como semejantes a nosotros.
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