Hay paisajes que me sobrecogen por su majestuosidad y me dejan con una impresión de cierto arrobamiento.
Por un lado, siento ante ellos como una especie de pequeñez ante tanta inmensidad, de ser una pieza solo muy pequeña en tan grandioso paisaje, como si de una pintura taoísta se tratase.
Pero por otro, siento como una especie de expansión interior que me permite abrirme a todo lo que es. Me siento cono crecer por dentro con el paisaje que se manifiesta en un respirar a pleno pulmón.
Y creo que ambas cosas tienen que ver profundamente con nuestra dimensión espiritual.
Ver la magnitud de nuestra grandeza interior, y a la vez, vernos como un elemento relativo dentro de un todo mucho más grande.
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