El peor engaño es el que nos hacemos a nosotros mismos, es el que más nos impide evolucionar.
Es muy frecuente que no queramos ver algo que aún tenemos que resolver, que queramos jugar a que hemos trascendido lo que aún no tenemos superado. Pero hacer eso lo que supone es que desistimos de solucionarlo.
Muchas veces, en el anterior paradigma de competitividad, parece que eso nos hace estar colocados en una mejor posición de cara a los demás.
Pero no es real. Lo mejor es mirar cara a cara lo que aún hemos de resolver, desde la honestidad, para ir ahorrando tiempo, porque aquello que no ha sido resuelto, más tarde o más temprano, habrá de resolverse.
Y, al final, siempre es una auténtica bendición poder trabajar en la solución de los problemas que tenemos la voluntad y la capacidad de llegar a ver.
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