Todos somos a la vez maestros y discípulos, seres que ayudan y que a su vez son ayudados.
Considero muy positiva y saludable la gratitud hacia áquel que nos ayuda en nuestro camino, así como también considero bastante insana y dañina la admiración o el culto.
La gratitud suele ser mutua, el reconocimiento de que algo ha sido beneficioso para mí. Y cuando es algo realmente bueno para mí suele serlo también para el otro. Para mí la gratitud conlleva un sentimiento de igualdad fraternal que nos acerca.
La admiración y el culto marca y aumenta la distancia entre el que ayuda y el que resulta ayudado. Normalmente colocamos a la persona que nos ayuda por encima nuestra, y nos colocamos nosotros por debajo de él, algo que no es bueno para ninguno de los dos.
Puede parecer una cuestión menor, pero no lo es en absoluto, es esencial en la cuestión de no incrementar nuestro ego y de poder mejorar nuestra relación natural con el otro.
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