No has venido a atender las necesidades de otras personas sino a realizar ese potencial que hay dentro de ti. Y, muchas veces, ambas cosas son incompatibles.
Cuando anteponemos las necesidades del otro a las nuestras, negamos nuestro camino de evolución personal. Y cuando desplegamos nuestro potencial es cuando estamos en disposición de dar a los demás lo mejor de nosotros mismos.
Pero para eso una cosa es esencial: la libertad de poder ser quien somos y nunca quienes los demás esperan que seamos.
Por eso, a veces, es preciso renunciar a determinadas relaciones que intentan condicionarnos demasiado, y acercarnos a otras que nos lo facilitan, que respetan siempre nuestra libertad.
Y es importante, por nuestra parte, ser también conscientes de permitir y facilitar a los demás el que desplieguen su potencial, teniendo el cuidado de no utilizarles nunca como meros instrumentos a nuestro propio servicio, y procurando respetar siempre esa libertad sagrada.
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