Yo creo profundamente en la inocencia del ser humano, y eso no me hace ingenuo ya que, aunque no creo en la maldad sí que creo que es la ignorancia el nuestro problema principal.
El que seamos inocentes y sin culpa no significa que no cometamos errores, y que no seamos responsables de ellos y también de su corrección.
Es, precisamente, la ausencia de culpa la que nos permite mirar sin ningún temor nuestras equivocaciones, desde la consciencia de que tenemos la capacidad necesaria para llegar a corregirlos y la inocencia necesaria para poder hacerlo.
Y es nuestra obsesiva sensación de culpa la que nos lleva a proyectar en los demás nuestra negatividad y a culparles de nuestros males, impidiéndonos actuar para superarlos.
Creo profundamente en la inocencia del ser humano, y es precisamente por creer en esa inocencia, mía, y del otro, que sé que podemos trabajar en resolver y trascender nuestros problemas y que podemos entendernos.
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