Somos puros, perfectos, divinos e inocentes en nuestra esencia. Y sobre eso construimos una estructura artificial, una máscara, a la que llamamos ego.
No hay que ser tan ingenuos como para ignorar ese ego que supone nuestra forma de adaptarnos a este mundo.
Cada cual tiene sus propias estrategias de supervivencia psico-emocional y hace lo que puede y sabe para seguir adelante.
Y unas estrategias son más dañinas que otras, más desordenadas que otras, pero todas ellas son, en una u otra forma, simples demandas de amor.
Y todo está bien, pero también hay que saber diferenciar la esencia de la máscara, tanto en nuestra relación con los demás como también en la relación con nosotros mismos. Tener en cuenta esa máscara que nos cubre sin llegar nunca a olvidar la verdadera esencia que Somos.
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