El perdón no es un indicativo de nuestra culpa sino de nuestra inocencia.
Es la prueba de nuestra pureza más allá de nuestros errores, de que en ningún momento dejamos de ser divinos.
Los errores se corrigen no se castigan. Si tememos ser castigados nos resistiremos a ver nuestros errores. Si nos damos cuenta de cómo nos dañan los errores, desearemos corregirlos.
El perdón es reconocer que no existen los errores incorregibles y que tenemos capacidad para corregirlos. Y eso es así porque en nuestra esencia siempre somos perfectos.
El perdón nos libera de nuestro pasado, de la culpa por equivocarnos o del rencor por los errores de otro. El perdón es una buena muestra del Amor que Somos.
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