A veces sentimos un irrefrenable deseo de ayudar a personas de nuestro entorno más cercano, familiares o amigos, sin pararnos a pensar si esa ayuda es adecuada y conveniente o no lo es.
La ayuda, ante todo, es saludable sólo cuando permite que la persona necesitada o en dificultades, asuma la responsabilidad principal del problema.
Cuando no es así, y somos nosotros los que asumimos esa responsabilidad, estamos debilitando al otro y colaborando a que sea un irresponsable, estamos haciendo de él un ser dependiente.
Cada uno de nosotros hemos de asumir los procesos por los que nos toca pasar, y el hacerlo nos ayuda a crecer y evolucionar como personas, nos ayuda a madurar.
Los demás pueden ayudarnos en ese proceso, pero respetando siempre el papel principal que nos corresponde a cada uno de nosotros en nuestra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario