Venimos en una cultura del sacrificio en la que para ayudar a los demás hemos de sacrificarnos y negarnos a nosotros mismos y a nuestros deseos e inquietudes.
Y muchas personas sienten que los problemas del mundo son lo suficientemente graves como para hacerlo, como para sacrificar sus vidas a intentar solucionarlos o ayudar a ello.
En el fondo eso es una falsa dicotomía, la falaz idea de que mis intereses y los intereses comunes son diferentes.
Nos cuesta entender que la motivación no ha de estar en la necesidad externa de lo que se precisa, sino en nuestra necesidad interna de autorrealización.
Y realizarnos supone, en definitiva, sacar lo mejor de nosotros mismos y que sea eso lo que aportemos a los demás. Como un árbol da generosamente sus frutos como parte de su propia naturaleza.
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