Leí en algún sitio una frase con la que estoy bastante de acuerdo, decía que a los hijos hay que darles raíces para crecer y alas para volar.
Podemos dar raíces cuando creamos un entorno afectivamente seguro para el niño, es ahí cuando el niño puede ir desarrollando y haciendo crecer su potencial.
Y eso ocurre cuando el niño no tiene que compensar o equilibrar las heridas y carencias no sanadas de los padres, cuando éstos asumen la responsabilidad de sus propios procesos personales.
Y damos alas cuando sentimos que el hijo es hijo de la vida, como dijo Gibran, cuando le permitimos que despliegue su potencial en el mundo sin aferrarnos a él.
Un entorno seguro para que pueda ser él mismo y alas para que pueda realizarse plenamente de una forma madura e independiente en la vida.
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