Aunque a veces nos pueda parecer lo contrario, el sentimiento de igualdad es más natural que el de la desigualdad y el amor más natural que el odio.
Es cierto que todas las personas podemos ser, en determinados aspectos, diferentes, pero esas diferencias no niegan la igualdad.
Porque también yo soy diferente de como era hace unos años e incluso de como era ayer mismo. Todo en la vida está en constante proceso de cambio y evolución.
Es la mente la que discrimina y la que inventa razones para justificar la desigualdad. Pero todo eso es puro artificio mental que requiere de una permanente y agotadora autojustificación para no venirse abajo.
El corazón no ve esas diferencias sino que es capaz de observar, y sobre todo de sentir, que somos partes de un mismo todo, un todo que se puede manifestar de múltiples y cambiantes maneras.
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