La mayoría de las personas cargamos con una tremenda vergüenza tóxica que nos hace sentir que no somos suficientes, que algo falla en nosotros, que no damos la talla o que fallamos a las expectativas que otros tienen de nosotros.
Eso hace que seamos incapaces de ver y de sentir nuestra luz, es como las nubes que tapan la luz del sol, aunque éste siga brillando más allá de ellas.
Esa es la fuente de las envidias, de los celos, de las visiones críticas y subjetivas de los demás. Es lo que hace que también nos cueste ver la luz que ellos también son.
Es el momento de trascender esa dura autoimagen que hemos construido a lo largo de nuestra infancia.
El momento de ver la pureza de nuestra luz, la dignidad profunda que hay en nosotros y nuestra nobleza. Es el momento de dejar de mirar al suelo y empezar a mirar al frente.