Cuando prestamos ayuda hemos de ver si estamos contribuyendo a que el otro sea más autónomo y responsable o, por el contrario, más débil y dependiente. Es como aquello de no dar un pez sino una caña y enseñar a pescar.
Y esto más allá de las circunstancias que tenga la persona a la que ayudemos. Mientras más dependiente sea ya de por sí la persona que requiere la ayuda, más necesita reforzar su autonomía.
Es, simplemente, reconocer que cada cual es el principal responsable de su propia vida y actuar respetuosamente y en consecuencia con ello.
Muchas veces, es nuestra propia necesidad de sentirnos útiles e imprescindibles para el otro lo que nos lleva a dar una ayuda que debilita.
En la vida es clave no cargarnos con responsabilidades que no nos corresponden ni eludir nunca las que sí, y eso requiere siempre la lucidez de saberlo apreciar.
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