Nos contaron una forma de ver y entender la vida que nos conducía, inevitablemente, al sufrimiento, un discurso tóxico que nos mantenía atrapados en él.
Una manera de entender en la que se nos invitaba al autosacrificio, a la negación de nuestro valor, al juicio y la condena.
Y para salir de eso hemos de cambiar el discurso e ir hacia una concepción de la vida que nos lleve a una mejor relación con nosotros mismos y con los demás.
Hemos de ir recuperando una forma de ver la vida que favorezca una mayor armonía con nosotros mismos y con todo nuestro entorno.
Y es nuestra propia vida la que nos va a ir indicando si la forma de mirarla y comprenderla es más correcta, si vamos notando una mayor armonía y un mejor y más sano flujo de todo lo que nos viene.
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