La vida del ser humano es, inevitablemente, un conjunto de aciertos y errores, y somos también una mezcla de vicios y virtudes.
El ser humano es capaz de las vilezas más rastreras y de los actos más hermosos que podamos imaginar. Es un ser con sus grandezas y con sus miserias.
Y sin embargo anhelamos una perfección que está más allá de nuestras posibilidades, y nos recriminamos constantemente el no ser lo suficientemente buenos.
Nos acostumbramos a centrarnos en lo negativo, en los errores, en lo que hacíamos mal y en nuestros defectos, en lugar de potenciar y reforzar lo que sí hacíamos bien.
Es el momento de reivindicar también nuestro lado más positivo, de darle todo su valor y de admirar toda esa belleza que hay en nosotros y en muchos de nuestros actos.
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