Estamos en un tiempo en el que van cayendo las mentiras y en el que muchos sentimos que sólo merece realmente la pena aquello que se hace desde el corazón.
La mente calcula fríamente como conseguir unos objetivos. Nos referimos a la mente egoica con sus interese exclusivos, una mente para la que el fin justifica los medios.
Cuando obramos desde el corazón, lo que importa es tanto lo que se hace como el cómo se hace, y ponemos en ello todo nuestro cuidado.
Porque poner el corazón en lo que se hace lo dota de autenticidad y de vida y eso algo que podemos ver y apreciar también desde fuera.
Supone un actuar desde lo más profundo de nosotros mismos y realizarnos a través de ello, y supone, también, el poder dar a los demás, de forma sincera, lo mejor de nosotros mismos.
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